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Cuando la sobreactuación manda

Vienen siendo días muy movidos para el gobernador Gerardo Morales. Primero, con toda la polémica que se desató por la cesárea practicada a la niña de 12 años violada, y luego, con el ida y vuelta que se generó con el Gobierno de Bolivia por los gastos médicos de un paciente jujeño accidentado en ese país.


El hashtag #MoralesAsesino fue tendencia nacional en Twitter, promovido por quienes se manifiestan como “Pro Vida” y reclamaban que la nena de 12 años siguiera adelante con el embarazo pese a haber manifestado su intención de interrumpirlo. Desde la otra vereda, se le reclamó al gobernador por dilatar el proceso de la cesárea y poner en riesgo la vida de la niña, no respetando su deseo de un aborto no punible.


Como se ve, la actuación del gobernador no dejó contento a nadie. El médico que practicó la cesárea renunció a su cargo luego del fallecimiento de la criatura, denunciando la intromisión del Poder Ejecutivo en el proceso médico profesional. Morales había asegurado que la beba sería adoptada por una “familia importante”, en una nueva declaración desafortunada que ignora todo los procesos legales de adopción.


El gobernador ya había declarado contradictoriamente hace unos meses cuando se debatía la interrupción del embarazo en el Congreso, diciendo primero que “debía avanzarse con la Ley” y luego afirmando que estaba en contra del aborto. Según cuentan quienes lo conocen, la pirueta mediática de entonces tuvo que ver con los estudios de opinión pública de Jujuy que le acercaron al gobernador: las encuestan mandan.


Eso fue lo que hizo que Morales no supiera cómo actuar ni qué declarar al respecto. Con las convicciones a un lado, llega el turno de la fe de los conversos, y la sobreactuación y los tropiezos están a la orden del día.


Así fue que tan sólo unos días después el gobernador publicó una durísima carta abierta al presidente de Bolivia, Evo Morales, a raíz del tratamiento que un paciente jujeño tuvo en el vecino país. En la misma, lo acusa de no tratar de igual manera a los ciudadanos argentinos, alegando que dicho paciente había tenido que pagar su tratamiento, y que por eso mismo ya había ordenado su repatriación.


La carta mezcla distintos temas, como las opiniones de Evo Morales sobre Milagro Sala y el referéndum celebrado en Bolivia. Y pone el acento en las supuestas diferencias entre un país y otro, sus constituciones y sus valores. Cierra con un: “Ya está en manos de nuestros médicos y enfermeras. Ya está en manos de nuestro sistema de Salud. Gracias por Nada”.


Toda una bravuconada del gobernador, alejándose de las responsabilidades de su cargo y cediendo ante la tentación de acercarse al “modelo Bolsonaro”. Las respuestas que le llegaron lo dejaron en offside: primero el cónsul de Bolivia y luego la ministra de Salud le respondieron, explicando las particularidades del sistema de salud boliviano y acusándolo de no querer trabajar en conjunto sino simplemente sacar rédito político.


Pero la peor respuesta llegó del propio damnificado, quien aclaró que en Bolivia lo habían tratado muy bien y simplemente le habían cobrado lo que a cualquier paciente, ya que no cuentan con un sistema de salud público. Morales no se achicó pese a haber sido desmentido y trató de hipócrita al cónsul y publicó otra carta abierta, esta vez a la ministra de Salud de Bolivia.


Quizás nadie le advirtió al gobernador que Evo Morales había evitado responderle y que se estaba bajando el precio con la discusión por Redes Sociales. O tal vez eso no le importó: en la era en que las discusiones parece ganarlas quien grita más fuerte, Gerardo Morales decidió redoblar la apuesta. Con la sobreactuación como bandera, las encuestas en una mano y el discurso demagógico en la otra, ya parece ir tomando forma su estrategia de campaña para este 2019 que recién comienza.


Editorial
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