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No se termina

El 27 de junio pasado, el peronismo sufrió los efectos de una tormenta perfecta que se fue gestando hace años y que generó un resultado categórico a favor del gobernador Gerardo Morales. Algunos, quizás algo crédulos, pensaron que luego de esa tempestad que arrasó con casi todo, tendría lugar un momento de calma y de reflexión que llevaría a que al menos se empiece a pensar en un cambio de cara al futuro.


Absolutamente nada de eso pasó, sino más bien todo lo contrario: los protagonistas principales de la bochornosa situación no tuvieron mejor idea que reaparecer en la esfera pública con un discurso similar al que levantaban antes de la elección. Quienes creían que había llegado el momento de la autocrítica y que era el momento de tejer de a poco y con humildad una suerte de reunificación del peronismo, tendrán que seguir esperando, o apelar una vez más a la promesa de una suerte de intervención de Buenos Aires que nunca termina de llegar.


Rubén Rivarola no asumió públicamente ningún error y ha mandado a todos sus dirigentes a recalcar que su PJ ha sido la única fuerza de la oposición que consiguió representación en la Legislatura. El punto más papelonesco tuvo lugar con una suerte de conferencia de prensa del sector de la juventud que le responde, donde Yamil Sadir echó más leña al fuego y lanzó un "pedimos a todos los traidores que devuelvan las bancas".


Por su parte, Carolina Moisés ensayó una suerte de autocrítica a través de las Redes Sociales, en donde dejó en claro que "todos formamos parte de esta historia de decadencia". La diputada nacional fue una de las que más sufrió los resultados, que dejaron en evidencia que los votos con los que supo llegar al Congreso pertenecían a la fórmula de los Fernández. Sin embargo, desde el seno de su espacio su padre Julio Moisés se autopostuló como un "candidato de unidad" para la próxima elección de diputados nacionales y la concejala Patricia Gutiérrez volvió a arremeter contra Rivarola, con un discurso cada vez más parecido al de la Izquierda.


Otro dirigente que escuchó la palabra"unidad" y se creyó con derecho a hablar fue Julio Ferreyra. El diputado nacional, cada vez más zigzagueante en sus posicionamientos, aprovechó la ocasión para salir en los Medios y recalcar que él trabajará por la reunificación del peronismo, sin dejar en claro si planea competir en la elección o no y aclarando que el Gobierno Nacional "no se quiso meter en la unidad que yo gestioné". Otrora respaldado por Rivarola, muchos se preguntan quién incentivó al veterano dirigente a salir a hablar en esta oportunidad.


Ante ese panorama, sólo cabe pensar en dos escenarios de cara al 14 de julio, fecha en la que vence el plazo para presentar las alianzas para competir por los cargos de legisladores nacionales, y ambos involucran al Gobierno Nacional. El primer escenario es habilitar una gran PASO para los dirigentes que se sientan con el derecho a competir, buscando evitar fugas y robustecer el sello del Frente de Todos. Aquí habría dos problemas: primero, la gran cantidad de postulantes cuyo ego a prueba de balas los llevaría a la contienda: Nación no puede promocionar una PASO con candidaturas infinitas; el segundo inconveniente tendría que ver nada menos que con garantizar que "los que pierdan acompañen".


El segundo escenario es señalar a un candidato a dedo y bloquear la posibilidad de que tenga competencia. Aquí hay un inconveniente mayúsculo: no hay, por peso propio, una persona que reúna las cualidades para ser elegida sin que se produzca una fuga de dirigentes decepcionados hacia otro frente político, que termine restando votos y disminuyendo las posibilidades de que el Frente de Todos se haga con un diputado nacional.


Hace unos meses, cuando se pensaba en las candidaturas nacionales se imaginaba un escenario en que podrían ingresar dos representantes del peronismo. Hoy, las expectativas son mucho más modestas y la Casa Rosada -que tiene la imperiosa necesidad de aumentar su representación en Diputados- sabe que deberá celebrar si logra hacerse con una banca. No sólo por la fuerza de los números de la última elección sino también por la contundencia de los movimientos políticos que siguieron a esa tormenta política. Por ahora, no se termina.





Editorial
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