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Las fotos y las frases que el PJ quiere borrar

Hoy se confirmó lo que Política Jujuy adelantó hace meses: el pacto entre la UCR y el PJ sumó un nuevo ladrillo y avaló el proyecto de reforma constitucional diseñado por Gerardo Morales. ¿Cómo? Sacrificando un soldado, el diputado Fernando Posadas, aunque la historia es más larga e interesante.


Todo empezó con el anuncio del gobernador de sus intenciones, en un acto que sorprendió a varios de los propios más que a los ajenos. En el PJ el anuncio los tomó desprevenidos, ya que si bien el tema ya había sido consensuado con el Gobierno, las formas y los plazos no eran los acordados.


El pacto original incluía incluso la posibilidad de que el Bloque Justicialista presentara el proyecto, pero por sobre todas las cosas dejaba márgenes para que ante la opinión pública el tema fuera instalado como algo que había tenido debate y consenso. Pero la orden de Gobierno fue otra: querían el proyecto votado en septiembre para celebrar las elecciones antes de fin de año, en pleno Mundial.


Las primeras reacciones de la política no se hicieron esperar, sobre todo del Bloque Juntos Por Jujuy, que comanda Juan Cardozo Traillou y que desde hace unos meses implica en su armado a dos legisladores nacionales: el senador Guillermo Snopek y el diputado Julio Ferreyra. Todos, al unísono, salieron a repudiar el proyecto de reforma, a través de los medios y las Redes Sociales, dando cuenta de las intenciones de Morales de presentarse a un nuevo mandato. “Es su Plan B porque no mide a nivel nacional”, sentenció Snopek.


Luego fue el turno de la Izquierda, revitalizada durante las últimas elecciones, que puso el foco no tanto en el intento reeleccionista de Morales sino en la consolidación de mecanismos de control y represión de la protesta social. Alejandro Vilca, Gastón Remy y todo el FIT salieron a levantar la voz sobre uno de los temas que más los atañe, como es la regulación de los reclamos de los trabajadores. Natalia Morales le apuntó al PJ: “De allí saldrá el Judas que votará la Reforma”.


Allí empezó a cundir el pánico en las filas del Justicialismo. Hubo una reunión de urgencia de la mesa chica en la casa de uno de los caciques y se llegó a la conclusión de que no podían apoyar en masa el proyecto de reforma, porque perderían apoyo de la bases y se desperfilarían de cara a la elección de constituyentes.


La discusión fue subiendo de tono, dado que algunos dirigentes ya habían expresado públicamente que apoyarían la reforma. El ex vicegobernador Guillermo Jenefes había hecho una editorial en su programa de televisión, que se llamó “La necesidad de una reforma parcial de la Constitución”, mientras que el legislador Pedro Belizán había declarado hace pocas semanas que “la reforma será un gran debate”.


De hecho, durante los primeros días luego del anuncio de Morales, nadie en el PJ quiso expresarse sobre el tema. No hubo una sola señal de rechazo, todo era especulación e intrigas. Mientras, dos encuestas encargadas casi en forma simultánea marcaron su veredicto: la mayoría de la ciudadanía rechazaba la reforma. “Nos van a dar una paliza en las elecciones”, bramó una dirigente en la reunión.


Así se llegó a la conclusión de que el Partido sacaría un comunicado rechazando formalmente el proyecto, que leyó Liliana Fellner en la Legislatura. Por lo bajo, sin embargo, el PJ aseguró al oficialismo que aportarían el tan codiciado voto 32, no sin alguna rispidez por la cantidad de votos que quería tener Morales para su proyecto.


La orden del gobernador fue acelerar aún más los tiempos y adelantar la sesión para el martes 27, fecha en la que ni él ni el vicegobernador se encontrarían en el país. Indicó extender lo menos posible la duración de la sesión y tratar de instalar otros temas rápidamente en la discusión pública. Alberto Bernis cumplió a la perfección con su misión, dio un breve discurso y llamó a votar a mano alzada.


Luego del llamado a votar, en escasos segundos se afirmó que el proyecto había sido aprobado, aunque todavía no quedaba claro quiénes habían prestado su voto afirmativo. Pronto se difundió en las Redes Sociales un video en el que se ve al diputado Fernando Posadas, que hace pocos días había viajado junto a Rivarola a Buenos Aires, levantar tímidamente la mano.


El propio Posadas había utilizado su cuenta de Facebook para desmentir que él fuera a votar afirmativamente, tratando la información como operaciones de desprestigio tendientes a generar violencia. A los pocos días, fue quien alzó la mano para aportar el voto vergonzante.


Paradójicamente, los principales dirigentes del PJ comenzaron a plantear indignación ante el comportamiento del legislador justicialista. En una pirueta pocas veces vista, Guillermo Jenefes revisó su posición con respecto a la reforma, llamó a proclamar el no y a expulsar del Partido a Posadas.


Otras voces comenzaron a sumarse a esa especie de operativo clamor para con el nuevo chivo expiatorio de la política jujeña. Y seguramente aún falten más y se proyecte una puesta en escena para demonizar al diputado, acusándolo de traidor y de falta de disciplina partidaria.


Sin embargo, más allá de los intentos que se hagan, le será difícil al PJ detener una caída que se inició hace ya varios años y que tiene en su razón de ser la pérdida de identidad y el continuo juego en tándem con el Gobierno Provincial. Las fotos y las frases que hoy muchos quieren olvidar, son la prueba fiel de eso.




Editorial
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