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Que no rematen La Esperanza

Podría ser el título de una canción, que clama por que no se pierdan los últimos vestigios de fe de un pueblo. Pero la consigna tiene una alusión más directa, más cortoplacista y menos simbólica: tiene que ver con el comportamiento del grupo empresario que se hizo cargo del Ingenio La Esperanza.


Durante las últimas horas han corrido numerosas versiones alrededor del accionar del Grupo Omega Energy, que pusieron en tela de juicio dos de los argumentos esgrimidos por el Gobierno Provincial para la venta: el ingreso de fondos a las arcas del Estado y la seguridad laboral de los empleados del Ingenio.


Según parece, el grupo inversor de origen colombiano está cambiando las reglas de juego sobre la marcha. Lo primero que alertó a todos fue que no depositaron el 5% (del total de $86 millones de dólares) que debían transferir en concepto de garantía, a lo que luego se sumó el desconocimiento de algunos derechos laborales de los empleados del Ingenio (entre los que se destacan su antigüedad y el hecho de que en caso de ser echados la indemnización correría por cuenta del Estado).


La gota que rebalsó el vaso habría sido la posterior negativa a transferir los $15 millones de dólares que debían depositarse para que se le cedieran los activos del Ingenio. El Grupo colombiano estaría exigiendo que primero se le cedan los activos, para luego buscar formas de financiamiento.


La situación no es clara y explota en un momento en el que se daba por hecho que el Ingenio La Esperanza había sido vendido y se generaría (al menos) un ingreso para el Estado Provincial. El ministro Abud Robles ha sido el encargado de las gestiones, y las versiones lo golpean en las vísperas del viaje que hará a China junto a Gerardo Morales y una larga comitiva de funcionarios y empresarios.


El Gobierno deberá dar prontamente una respuesta ante las versiones que están corriendo, aclarando los aspectos legales de la venta del Ingenio y la situación de los 600 trabajadores que se desempeñan allí. Pero además deberá hacer frente a una consigna que empieza a escucharse en varios rincones de la Provincia: Que no rematen la Esperanza.


Editorial
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