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El Discurso de Morales: análisis y repercusiones

Llegó finalmente el día y, luego de tanto suspenso y dimes y diretes sobre lo que diría en el inicio de sesiones de la Legislatura, Gerardo Morales se presentó e inauguró formalmente el año. Había mucha más atención que otras veces en el tradicional acto protocolar, que se realiza todos los años. Quizás porque ya pasaron más de 2 años de mandato, o porque las elecciones de medio término quedaron atrás y el 2019 parece a la vuelta de la esquina, pero lo cierto es que la ansiedad y la tensión se sintieron durante los últimos días.


Esa tensión se palpó también en las afueras de la Legislatura, donde varios sectores disconformes con el Gobernador se organizaron para protestar en las afueras y fueron reprimidos. La orden de desalojo que tenía la policía era clara, y la mayoría del arco opositor se posó sobre ese punto, remarcando la contradicción entre el discurso de paz que pregonaba Morales dentro del recinto, y las balas de goma que se escuchaban en los alrededores.


¿Por qué el gobernador no evitó esa foto? Muy simple: porque está decidido a polarizar con lo que considera “el pasado” y cree que la mayoría de la sociedad jujeña ve a esos grupos y sus dirigentes como personas que en su momento gozaron de privilegios mal ganados y hoy se resisten a perderlos y ponen palos en la rueda con métodos patoteriles.


Es posible que la Opinión Pública esté de su lado ciertamente, aunque el peligro de un muerto a manos de la policía está siempre latente, y por eso hay quienes en la gobernación ya han comenzado aconsejar a Morales que tenga una “mano más blanda” para con quienes ejercen la protesta.


De cualquier manera, Morales por ahora sigue firme en su idea de reafirmar su autoridad, y así comenzó su discurso. Hablo del “cambio”, de “sueños”, de “volver a poner a Jujuy de pie” y buscó contrastar la imagen de un gobierno ordenado, con la de sus antecesores, a quien identificó de manera directa o indirecta con el desorden, los “curros” y el caos.


No pudo ser un discurso fundacional como el de 2016 por obvias razones, pero el gobernador insistió con la idea de una herencia muy pesada, con un Estado desbordado y sin las obras estratégicas que necesitaba la provincia. En ese sentido, intentó dar cuentas de las obras que se iniciaron durante los últimos dos años: allí quedó sabor a poco, con un recuento que incluyó acciones de una envergadura menor.


En su discurso, Morales se alineó claramente con el Gobierno Nacional, destacando los últimos números que dio a conocer el INDEC en relación a la baja de la pobreza y la indigencia. En esa línea, destacó a Jujuy como una de las provincias que más creció en su actividad económica y que más empleo generó.


Con la Oposición tuvo una estrategia clara: reconocer a quienes “no ponen palos en la rueda”, y desvalorizar a quienes “especulan políticamente”. Destacó la labor conjunta con su vice Carlos Haquim –que parece ser número puesto para acompañarlo nuevamente en la fórmula- y se permitió chicanear a Guillermito Snopek, con un juego de palabras en el que resaltó la figura de su padre.


Los opositores respondieron al unísono y casi en la misma sintonía, a través de los Medios o vía Redes Sociales: el propio Snopek, Carolina Moisés, Alejandro Vilca, Liliana Fellner y Alejandra Cejas, entre otros, le pegaron duro al Gobernador, remarcando la represión que se vivía en las afueras de la Legislatura y las promesas incumplidas durante estos dos años. Rubén Rivarola fue el único que se diferenció y saludó las palabras de Morales, remarcando que el Partido Justicialista que él preside acompañará todo lo bueno que haga el Gobierno.


Desunida, pero por sobre todas las cosas con varias figuras muy desgastadas, la Oposición parece estar hoy hecha a medida del Gobierno. El Oficialismo, en tanto, pudo atravesar uno de esos días que se prefieren evitar en el calendario. La polarización le sirve, al menos por ahora.


Editorial
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